En un capítulo de la memorable serie de televisión Friends (NBC, Estados Unidos, 1994 – 2004), creada por Marta Kauffman y David Crane, dos de los amigos barruntan la idea de crear un bar en el que pasar las horas muertas. Posteriormente, en la serie que iba a convertirse en su sucesora, How I Met Your Mother (Carter Bays y Craig Thomas, CBS, Estados Unidos, 2005 – 2014), Ted y Barney fabulan con la idea de perderse entre vasos de whisky y cocteleras para abrir su propio bar, al que sueñan con llamar Puzzles. Lo cierto es que ambas conversaciones, con unos años de diferencia entre una y otra, no muestran otra cosa que la idea que todo grupo de amigos ha tenido una vez de abrir un establecimiento por su cuenta. Probablemente, la idea surja de quedar cada tarde en un bar a charlar y gastar tiempo y dinero. Si ese bar fuese del grupo, el dinero sería propio y, además, se podría hacer negocio con los clientes que llegasen del exterior del grupo. Negocio redondo, ¿verdad?
Sea cual sea el motivo, la realidad sí da la razón a estos colegas, ya que el negocio de los bares y pubs es el preferido (o uno de ellos, al menos) a la hora de invertir el dinero y emprender un nuevo camino profesional autónomo. Al menos en la mayoría de gente joven, que quizás vea en estos lugares una especie de reflejo romántico de lo que alguna vez soñaron ser mientras veían estas series americanas en las que los protagonistas siempre –absolutamente siempre, da igual la temática de la ficción– acuden a un bar al final del día.
Sin embargo, abrir las puertas de un negocio así conlleva muchos pasos previos que, si no se conocen, puede parecer muy fácil. Lo primero de todo es adquirir un local, ya sea en alquiler o a través de la compra del inmueble. Este proceso ya tiene una serie de pasos a seguir tras su formalización. El traspaso de propiedad, las licencias y toda la ristra de papeleos que acompañan a este tipo de inversiones generalmente no quedarán en un aparte en la adquisición de un bar. Una vez realizado esta formalización se puede creer que viene la parte fácil, lo sencillo, montar el bar. Aunque la verdad es otra. Nada es tan sencillo como parece en la televisión o la imaginación. Principalmente porque ambas áreas suelen estar altamente influidas por el total desconocimiento de la materia.
Tras la adquisición del espacio en el que desarrollar el negocio, lo ideal es efectuar una reforma con la que el sitio quede a nuestro gusto y perfectamente preparado para que se lleve a cabo en él la actividad para la que lo hemos adquirido. Esto implica la construcción de una barra –si no la tuviese ya–, la habilitación de zonas para los cuartos de baño, obligatorios en todos los bares, sea cuál sea su objetivo, así como la preparación de la cocina y todas sus salidas de humo o las propias salidas de emergencia y tareas de insonorización en caso de que sean necesarias.
Una vez superado este segundo tramo en la constitución de la empresa y la adecuación del local, llega la parte de proveerse. Y para ello hace falta el contacto con los comerciales y marcas proveedoras. Un bar que acaba de abrir necesita tener de todo, tanto en contenidos como en continentes. Por eso, ha de servir el gin tonic en una copa para gin tonic o el Manhattan en una copa especial para cócteles. Y además de eso, el cristal ha de ser de calidad. Los primeros días del bar son primordiales para que se conozca y se corra la voz de su existencia. Por eso, lo recomendable es hacer todas estas gestiones a varios días de la apertura. En este caso, contactar con empresas online para el abastecimiento inicial puede ser un paso adelante. Los proveedores online pueden servir desde marcas de bebida –los que cumplan con la legislación y requisitos– hasta cristalería de calidad y especializada, como la empresa Giona Premium Glass, empresa que garantiza calidad y un diseño elegante.
¡Ya sabéis, nos vemos en los bares!
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